En tiempos ya pasados, se crearon en nuestro ejército los llamados Alféreces provisionales.
Pues bien, destinados uno desde Santander y el otro desde Alicante a ejercer dicho servicio en el pueblo de Manacor, llegaron a entablar una profunda amistad, al punto, que acabada la carrera de Derecho e Historia uno de ellos y la de Arquitecto el otro, ambos decidieron reunirse de nuevo y seguir viviendo en la isla de ensueño, que es Mallorca.
Los dos se casaron, tuvieron varios hijos y continuaron su amistad -tanto ellos como sus proles respectivas- acordaron vivir en la capital de Mallorca, y consiguieron sendos pisos en una casa con vistas al mar situada en la parte vieja de la ciudad, el uno frente al otro.
Pero no solo eso, sino que también se casaron dos de sus hijos entre sí, siendo muy felices, pero... aquella gran amistad dejó huellas imprevistas. Son cosas que pasan.