La vida es un regalo y hay que vivir cada día con alegría y amor. Eso incluye los días difíciles, los malos momentos, los sucesos no deseados, pero debemos saber que son momentos de intenso aprendizaje.
Aquí os cuento mi experiencia con mi hijo Jaime, un niño muy deseado que llegó a este mundo prematuramente, luchando contra infinitas y diversas complicaciones. Jaime nos ha demostrado que jamás debemos perder la esperanza y aprovechar
cada minuto de nuestra existencia en el plano terrenal con la mejor de nuestras sonrisas.
Así era él, feliz a pesar de muchísimas limitaciones y enfermedades. Se aferraba al mundo, siempre con una sonrisa. Fue un gran apasionado del mundo del pádel, deporte que le permitió vivir experiencias maravillosas. Tenía un sentido del humor increíble, lo que le ayudaba a recuperarse y seguir viviendo con normalidad y feliz, siempre feliz.
Con tan solo nueve años, voló alto, dejando un gran legado, un mar lleno de sabiduría y sobre todo amor, mucho amor.